Certificación Energética: Eficiencia y Ahorro

El Real Decreto 235/2013, de 5 de abril, por el que se aprueba el procedimiento básico para la certificación de la eficiencia energética de los edificios, establece la obligación de poner a disposición de los usuarios un certificado de eficiencia energética, con el claro objetivo de limitar y reducir el consumo energético, que se ha elevado exponencialmente en los últimos años, debido a unas altas exigencias de confort que demanda la sociedad de nuestros días.
Se ha podido leer, en algún medio de comunicación, comentarios en los que se considera la certificación energética como una obligación económica más para el ciudadano que quiere vender o alquilar una vivienda pero, en absoluto debe interpretarse de este modo ya que la certificación energética será un punto de partida, para saber qué calificación energética tiene nuestra vivienda de la cual se deriva su consumo y qué podemos hacer para mejorarla.
Partiendo de la base, de que el mayor ahorro es aquel consumo que no se produce, hay un concepto que debemos entender, y es la diferencia que existe entre el ahorro que se produce por nuestra conducta y el ahorro que se deriva de la  eficiencia de nuestro sistema, que lo forma la envolvente de la  vivienda, los equipos de climatización, agua caliente sanitaria e iluminación.
El ahorro por nuestra conducta, viene determinado por la disposición personal de cada individuo a no consumir energía, o reducirla al máximo con nuestro comportamiento. Así, por ejemplo, podemos tener las luces de toda la casa encendidas, o, apagar las de aquellas estancias que no estemos utilizando; o bien tener el termostato de la calefacción a 25 ºC ó a 19ºC, etc. De este modo nuestra conducta condiciona, relativamente, que nuestro consumo energético sea alto, bajo o moderado, no obstante, si una persona quiere ahorrar energía sólo con su comportamiento, pronto llegará a un límite de ahorro, que si se sobrepasa, se pierden las condiciones de confort. Es fácil comprender que cuanto más deficiente sea nuestro sistema, mas energía se necesita para mantener el umbral de confort.
El ahorro por eficiencia, sin embargo, no depende de nuestro comportamiento sino que pasa a depender exclusivamente de las características técnicas del sistema (vivienda-equipos). Es preciso buscar el equilibrio de éste, invirtiendo más en la parte menos eficiente, ya que de nada nos vale tener los equipos más eficientes del mercado si  la deficiente envolvente de nuestra vivienda disipa toda la energía que introducimos en ella.
El ahorro por eficiencia, viene determinado por la mejor calidad y eficacia que le confiere el aislamiento de la envolvente a la vivienda, impidiendo que en invierno se escape el calor que proporcionan los equipos de climatización y que en verano se trasmita desde el exterior la alta temperatura hacia el interior. De este modo, cuanto mejor sea la envolvente mayor rendimiento tendremos, con menor coste económico, para mantener las condiciones de confort deseadas.
Por lo tanto podríamos concluir, que el factor más importante para el ahorro por eficiencia, es el que se obtiene mediante el mejor aislamiento posible, que nos otorgará una envolvente capaz de mantener una determinada  temperatura  en el interior de la vivienda, sin que se vea afectada por  los cambios de temperatura que se producen en el exterior.
Es preciso promover entre la ciudadanía, la cultura de la mejora de la calificación energética en los edificios, al igual que se tiene asumida con los electrodomésticos que cuando decidimos adquirir uno, buscamos que sea muy eficiente (tipo A). La mejora de la calificación energética en las intervenciones llevadas a cabo para la rehabilitación en edificios existentes o en la ejecución de nuevas viviendas, es lo que permitirá diferenciar a los profesionales y promotores, que verán recompensada su profesionalidad, a la vez que se rebaja la factura energética de los usuarios.
Conocer la calificación energética (A-B-C-D-E-F-G) de una edificación servirá, por un lado para saber cuánto nos costará climatizarlo, y por otro para determinar qué tipo de intervención se debería llevar a cabo en ella, para conseguir la calificación que pretendemos, que será mejor y más eficiente cuanto más nos acerquemos a la calificación A.
La racionalización del consumo energético, lejos de la obligación legal, debería ser una exigencia que todo ciudadano tendría que hacerse a sí mismo y no solo por razones económicas, que son muy importantes, sino fundamentalmente por responsabilidad con el medio ambiente.
Relación demanda -calificación energética
Podemos observar en la grafica, que para mantener el mismo confort, en una vivienda tipo “G” la relación de demandas asignadas al bienestar térmico supone unas 24 veces más energía que en una con calificación tipo “A.”
Algunos medios de comunicación han aventurado cifras sobre lo que un certificado de eficiencia energética podría costar, de 50€ a 250€ cuando, en mi opinión es que no debemos generalizar. El coste de cada certificado debe estar  relacionado con el trabajo que se tenga que realizar en ellos. Solo tenemos que observar lo que cuesta en países de nuestro entorno para saber cuál debe ser la tarifa que apliquemos en cada caso.
Lo fundamental es que el técnico que realice el Certificado de Eficiencia Energética sea competente y esté especializado en edificación, utilizando la metodología y equipos adecuados para este fin. Es muy importante que los informes tengan una alta profesionalidad, que se basen en los cálculos preceptivos, en las determinaciones que obtengamos de las termografías, visión endoscópica del interior de las cámaras de las fábricas de cerramiento, etc., y en el buen uso de las herramientas informáticas, de modo que se tengan garantías de una correcta evaluación.

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